La artroscopia es una técnica mínimamente invasiva que consigue tan buenos resultados como la cirugía abierta convencional, con menos incisiones, menor riesgo de complicaciones y un postoperatorio más corto y menos doloroso. Actualmente esta técnica es la más elegida para intervenir muchas patologías de la rodilla, como por ejemplo las lesiones de meniscos o de ligamentos cruzados.
¿Cómo se realiza una artroscopia de rodilla?
La intervención de artroscopia consiste en realizar varias incisiones (“portales”) alrededor de la rodilla (habitualmente entre 2 y 4, dependiendo de la patología). A través de uno de esos portales se introduce una cámara, para tener una visión directa de la articulación y así poder confirmar las lesiones previamente diagnosticadas. Por el resto de portales o incisiones que se han abierto se introducirá el instrumental necesario para reparar dichas lesiones, en función de los hallazgos encontrados e indicaciones de reparación del especialista cirujano.
Al tratarse de pequeñas incisiones la recuperación funcional del paciente es precoz (siempre en función de la patología tratada). Además, habitualmente se realiza con anestesia raquídea (solo de cintura y extremidades inferiores) y no es necesaria la anestesia general.
Artroscopia para la lesión de menisco
En los casos de lesiones meniscales degenerativas, que son las más frecuentes, se puede realizar una limpieza articular, eliminando la parte de menisco deteriorada (meniscectomía). Este procedimiento mejorará notablemente la calidad de vida del paciente, aliviando el dolor y mejorando la movilidad.
Artroscopia del ligamento cruzado anterior
Cuando el paciente presenta una lesión de ligamento cruzado anterior (habitualmente la más frecuente de las lesiones ligamentosas), se realiza una reconstrucción del mismo utilizando un tendón propio del paciente, el semitendinoso, que realiza la función del ligamento cruzado. Esta técnica dará estabilidad a la rodilla, permitiendo al paciente realizar de nuevo sus actividades habituales.