Cuando pensamos en el estrés inevitablemente lo asociamos a algo negativo. Sin embargo, en sí mismo no es malo, de hecho, en general nos ayuda a afrontar mejor los problemas diarios poniendo en marcha nuestros recursos.

Es decir, es un proceso natural que se produce cuando tenemos un exceso de demanda frente a las herramientas que disponemos. En esas situaciones nuestro organismo se activa con el fin de generar más recursos y atender esas necesidades más rápido y mejor. Entonces, ¿por qué pensamos así y lo vemos como algo maligno? Antonio Cano, psicólogo y portavoz del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, explica que el motivo es que cuando el cuerpo hace ese sobreesfuerzo, no le dejamos tiempo para que se recupere. “Mantenernos activos, hacer cosas con una cierta dinámica y aceleración puede ser incluso positivo si después descansamos. El problema es que nuestro cuerpo y nuestra mente necesitan parar y recuperarse después de un sobreesfuerzo y no lo hacemos. Entonces se empiezan a producir problemas de adaptación que implican fallos de los sistemas que antes funcionaban bien”, advierte.

Por otro lado, es importante tener en cuenta que aunque el estrés produce emociones negativas (por ejemplo, cuando creemos que vamos a obtener un resultado negativo), también produce emociones positivas, como la alegría o la euforia cuando el objetivo ha sido alcanzado.

Hoy en día uno de los mayores estresores que tenemos son las nuevas tecnologías. Aunque nos facilitan la comunicación, la integración con los demás y nos dan la posibilidad de trabajar a distancia, todo eso hace que se incrementen las demandas pese a que tenemos el mismo tiempo. “Ahora podemos hacer muchas más cosas, pero las tenemos que hacer más deprisa, tenemos que priorizar y muchas veces lo que hacemos mal es reducir los hábitos saludables, el tiempo de ocio, el descanso y las relaciones sociales, que son muy útiles para la salud”, añade Cano.

¿Qué cambios se producen en nuestro cuerpo?

Si pasamos a profundizar en el impacto que tiene el estrés en nuestro organismo, podemos observar que afecta a diferentes esferas:

Procesos cognitivos

Los cambios en los procesos cognitivos, en principio, son a mejor. Cano describe que el estrés hace que por ejemplo prestemos más atención a lo que nos rodea y a las tareas que ejecutamos, seamos capaces de recuperar más información de la memoria o tomemos decisiones más rápido.

“Las funciones ejecutivas funcionan mejor con un poco de estrés, pero cuando estamos agotados el efecto se invierte y se bloquean”, advierte.

A nivel físico

Al igual que los procesos cognitivos, el estrés puntual también podría tener implicaciones positivas a nivel físico. “Tener que hacer las cosas deprisa hace que nos tengamos que esforzar, que tengamos que aumentar la tensión muscular, que tengamos que realizar conductas más ágiles y más rápidas y eso está bien. Es como ir al gimnasio, es mejor realizar actividad física que no tenerla, pero si estamos agotados y pretendemos seguir haciendo un sobreesfuerzo, eso nos va a pasar factura, de manera que se van a agotar algunos sistemas”.

En este caso, si no descansamos después del sobreesfuerzo provocado por un pico de estrés, las consecuencias pueden llegar a afectar a nuestra salud: el sistema inmune empieza a fallar y pueden surgir enfermedades infecciosas.

Por otro lado, Cano señala que si el estrés hace que pospongamos actividades de nuestro tiempo de ocio, de prevención y promoción de la salud, así como el descanso, porque hemos estado atendiendo cosas más urgentes o más importantes, nuestra salud se va a resentir porque nuestros hábitos de vida han cambiado.

Emocionalmente

Por último, el experto hace hincapié en que el estrés va asociado a un aumento de las reacciones emocionales, especialmente de la ansiedad y la irritabilidad. “Si estamos estresados demasiado tiempo, entonces corremos más riesgo de desarrollar un exceso de reacciones emocionales e incluso trastornos emocionales como ansiedad o depresión”.

¿Qué podemos hacer para reconducir el estrés ‘negativo’?

Cuando el estrés deja de ser algo puntual y pasa a convertirse en algo habitual es el momento de pararse y realizar cambios, tal y como señala Cano.

El primer paso es romper con la dinámica que lo causa. “Hay que hacer rupturas en las actividades que estamos desarrollando porque nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestras emociones tienden a recuperarse cuando dejamos de tener esa hiperactividad”, aconseja.

El segundo paso sería informarse bien sobre qué es el estrés y las consecuencias que puede producir. “A veces la falta de información nos puede asustar y provocar el efecto contrario: aunque realicemos rupturas seguiremos dándole vueltas en nuestra mente y no conseguiremos nada. De hecho, nos puede provocar incluso más estrés”.

Por último, el especialista recomienda aprender técnicas de relajación y adquirir buenos hábitos saludables.

Fuente: cuidateplus.marca.com

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