La salmonelosis es una de las intoxicaciones alimentarias más relacionadas con los meses de verano, que nos hace mirar con desconfianza a esas ensaladillas rusas que languidecen durante horas en las barras de los bares. Su aparición está relacionada con la higiene (o falta de ella) con la que se tratan los alimentos, pero también se ve favorecida por el calor.

La causante de esta enfermedad es la salmonela (Salmonella), una bacteria que está presente de forma habitual en los intestinos de los seres humanos y de muchos animales. Existen dos tipos de salmonela, Salmonella enterica y Salmonella bongori. La primera es la más peligrosa para el ser humano. Sin embargo, si no prolifera en exceso y si su ‘anfitrión’ cuenta con un sistema inmune sano, no suele ser un problema.

Por qué aparece la salmonelosis

El peligro comienza cuando se ingiere en cantidades suficientes (que dependen de la virulencia de la cepa y del estado de salud de cada persona), normalmente con carne, mariscos o huevos crudos, productos de origen animal no pasteurizados, como la leche o el queso, o verduras crudas que hayan estado tocando el suelo o se hayan regado con agua que pudiese provenir de alcantarillas y desagües y no se hayan lavado a conciencia.

Esta bacteria también está presente en la piel de algunos animales, como las tortugas o las aves vivas. Por último, puede contraerse salmonelosis a través del contacto con otra persona que tenga la bacteria en sus manos, si luego nos llevamos los dedos a la boca o preparamos alimentos sin habernos lavado antes las manos.

Claves para evitar la salmonelosis

¿Cuál es la clave para evitar una infección por salmonela? Higiene, higiene, higiene. Lavarse las manos a menudo, especialmente antes de cocinar cualquier alimento y después de tocar animales vivos. Todas las superficies que estén en contacto con los alimentos deben estar igualmente perfectamente limpias, así como deben estarlo todas las verduras que se vayan a consumir crudas.

En el caso concreto de los huevos, las bacterias están presentes en la cáscara, de forma que es importante no comprar huevos que tengan la cáscara rota, y lavarlos con agua, frotándolos con cuidado, antes de cascarlos.

La otra clave es la refrigeración. La salmonella se multiplica con rapidez en condiciones similares a las de el interior del cuerpo humano, es decir, temperaturas templadas, más habituales en verano y humedad abundante. Por eso no se deben dejar los alimentos fuera de la nevera durante demasiado tiempo. De hecho, la cantidad de bacterias presente inicialmente en cualquier alimento no suele ser suficiente para enfermar a nadie, pero sí lo es tras un breve periodo de tiempo por la velocidad a la que se multiplican.

Síntomas y tratamiento

Los síntomas de la salmonelosis no aparecen inmediatamente. El periodo de incubación suele ser de 12 a 36 horas, aunque a veces es más corto (seis horas) y otras más largo (48). Los síntomas suelen ser vómitos, náuseas, diarrea, fiebre y dolores abdominales.

En la mayoría de los casos, la enfermedad suele desaparecer por sí misma en un periodo de entre cinco y siete días, y el único tratamiento aplicable es mantener al paciente bien hidratado para compensar los líquidos que pierda.

Fuente: vitonica.com

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