El síndrome de defecación obstructiva (SDO) es una condición que afecta a muchas personas que sufren de estreñimiento crónico. Se caracteriza por la dificultad para evacuar el recto de forma satisfactoria, debido a una alteración anatómica o funcional del suelo pélvico.

El suelo pélvico es el conjunto de músculos y tejidos que sostienen los órganos de la pelvis, como la vejiga, el útero, el recto y el ano. Cuando estos músculos no se coordinan adecuadamente, se produce una obstrucción o una disfunción en la defecación, que impide que las heces salgan con normalidad.

El SDO puede tener varias causas, entre las que se encuentran:

  • Rectocele: es una hernia o protrusión del recto hacia la vagina, que dificulta el vaciado rectal.
  • Enterocele: es una hernia o protrusión del intestino delgado hacia la vagina, que también puede interferir con la defecación.
  • Intususcepción: es el deslizamiento o invaginación de una parte del recto dentro de otra, que puede provocar un bloqueo anal.
  • Prolapso rectal: es la salida del recto a través del ano, que puede causar dolor e incontinencia fecal.
  • Anismo: es la contracción involuntaria o la falta de relajación de los músculos del esfínter anal y del suelo pélvico durante la defecación, que impide la expulsión de las heces.

Los síntomas más comunes del SDO son:

  • Sensación de evacuación incompleta o fragmentada.
  • Necesidad de realizar mucho esfuerzo o presión para defecar.
  • Necesidad de recurrir a maniobras manuales para facilitar la defecación, como presionar la vagina o el periné, o extraer las heces con los dedos.
  • Sensación de pesadez o incomodidad en la zona pélvica.
  • Ensuciamiento anal o pérdida involuntaria de heces.

El diagnóstico del SDO se basa en la historia clínica y la exploración física del paciente, así como en algunas pruebas complementarias, como:

  • Tiempo de tránsito colónico: mide el tiempo que tardan las heces en recorrer el intestino grueso mediante unos marcadores radiopacos que se ingieren y se observan en las radiografías.
  • Test de expulsión de balón: evalúa la capacidad para expulsar un balón inflado con agua que se introduce en el recto.
  • Estudios proctográficos: son técnicas de imagen que permiten visualizar el recto y el ano durante la defecación, como la defecografía convencional o la ecografía transperineal.
  • Manometría anorrectal: mide las presiones y las contracciones de los músculos del recto y del ano mediante unos sensores que se introducen por el ano.
  • Electromiografía: registra la actividad eléctrica de los músculos del suelo pélvico mediante unos electrodos que se colocan en la piel o en el interior del ano.

El tratamiento del SDO depende de la causa y la gravedad del mismo. En general, se recomienda seguir unas medidas higiénico-dietéticas, como:

  • Aumentar la ingesta de fibra y de líquidos para favorecer el tránsito intestinal.
  • Establecer una rutina y un horario para ir al baño, preferiblemente después de las comidas, y dedicar el tiempo suficiente sin prisas ni estrés.
  • Adoptar una postura adecuada para defecar, con las rodillas más elevadas que las caderas y el tronco inclinado hacia delante, y evitar hacer fuerza o contener la respiración.
  • Realizar ejercicios de fisioterapia para fortalecer y relajar los músculos del suelo pélvico, como los ejercicios de Kegel o el biofeedback.
  • Utilizar laxantes o enemas con moderación y bajo supervisión médica, solo cuando sea necesario.

En algunos casos, puede ser necesario recurrir a un tratamiento quirúrgico para corregir la alteración anatómica que causa el SDO, como el rectocele, el enterocele, la intususcepción o el prolapso rectal. La cirugía puede realizarse por vía abdominal, vaginal o perineal, dependiendo de cada caso. También existen otras opciones terapéuticas menos invasivas, como la inyección de toxina botulínica en el esfínter anal para relajarlo, o la estimulación eléctrica del nervio sacro para mejorar la función del suelo pélvico.

El SDO es un problema frecuente que afecta a la calidad de vida de las personas que lo padecen. Por eso, es importante consultar con un especialista en cirugía general y coloproctología que pueda realizar un diagnóstico adecuado y ofrecer el tratamiento más indicado para cada caso.

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